jueves, 28 de agosto de 2008

¡¡¡Procuren el Oro!!!

¡Procuren el oro! Escuchamos esas palabras motivadoras cada cuatro años al llegar otra serie de Juegos Olímpicos. El ambiente se llena de pláticas motivacionales. El orgullo nacional se desborda y los musculosos atletas de todo el mundo buscan el premio a tantos años de entrenamiento: ¡el oro! ¡La victoria! La medalla representa el logro supremo, lo máximo en el deporte. Algo en lo profundo de nuestro ser desea ganar. Salir en primer lugar. Cumplir el sueño imposible. Alcanzar algún objetivo importante.

Pero ¿te has dado cuenta de una cosa respecto a la victoria? Es asombrosamente esquiva. A veces ni siquiera iniciamos la búsqueda porque nunca nos permitimos hacerlo, nuestros pensamientos de victoria casi parecen estar fuera de lugar, dudamos de poder ganar, no sólo en el ámbito físico del atletismo, sino también en el ámbito profesional, e incluso en la vida espiritual del cristiano cotidiano. ¿Has notado qué escaso y aun admirable parece ser el cristiano victorioso?

Estoy convencido de que nosotros los cristianos tenemos a nuestra disposición suficiente poder para superar las limitaciones, los obstáculos y las circunstancias. El Señor nuestro Dios nos diseñó para que fuéramos vencedores, no víctimas. Nunca nos encargó que meramente aguantáramos, que soportáramos con una sonrisa, que avanzáramos con dificultad a paso de tortuga. ¡No! Más bien nos equipó completamente para que ¡conquistáramos de manera abrumadora! por la fuerza de su poder. Nos concedió permiso pleno para unirnos a la filas de sus hijas e hijos victoriosos.

Si estás listo para creer eso y permitir que sea un factor determinante en tu vida entonces te convertirás en un campeón espiritual, un campeón profesional , un campeón en cada área de tu vida.

El camino a la victoria no es un camino solitario, no es como el corredor solitario en la pista tratando de conseguir el oro, tu vas por el camino, vas en pos de la victoria en compañía de aquel por el cual obtenemos la victoria total. (1 Corintios 15:57)

La victoria que deseamos nunca es automática, la pasividad es un enemigo para cualquiera que tiene la esperanza de llevar una vida victoriosa. Es igual de necio que el creyente piense que la conquista “se dará por si sola” que imaginar a un campeón olímpico de pie sobre la plataforma del vencedor mientras afirma: “En realidad nada tuve que ver con esta medalla de oro. Hace pocos minutos miré hacia abajo y allí estaba, colgada de mi cuello”.

¡Qué broma! El cristiano victorioso, al igual que el atleta victorioso, gana porque de manera deliberada y personal está involucrado en un proceso que conduce a la victoria. Sigue tu proceso, no estás solo, tienes segura la victoria porque…

¡Con Dios obtendremos la victoria! (Salmo 60:12)

jueves, 21 de agosto de 2008

HACIA LA META ¡¡SIN TEMOR!!

Hay cinco palabras en hebreo que traducen con la palabra “temor”. En realidad, en la Biblia la palabra “temor” se menciona unas seiscientas veces. Esto no es algo sin importancia. Jesucristo ordenó: “No teman”. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, desde Abraham hasta Juan en la isla de Patmos, oímos ese mandamiento una y otra vez: “No teman”.

Para poder dominar nuestra tendencia al temor, necesitamos comprender la diferencia entre la emoción de temor y el espíritu de temor. Dios no da la emoción de temor a todos para ayudarnos a responder a situaciones de peligro. El espíritu del temor proviene de Satanás; él nos da el espíritu del temor para dañarnos.

Las enfermedades han matado a miles, pero el espíritu de temor ha matado a decenas e miles. Nuestras más grandes crisis provendrán del temor al problema, no de la presencia del problema. Los psiquiatras describen al espíritu de temor como fobias, y han identificado setenta y cinco fobias diferentes que producen temor irracional, anormal y paralizante. Este espíritu de temor quebrará tu espíritu, destruirá tus defensas y te desarmará el día de la batalla. El espíritu de temor traerá el terror en tu lecho de muerte. Sin importar cual sea la fe que profeses, si vives con el espíritu de temor, eres un ateo practicante. Pablo les dijo a los primeros cristianos: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).

El espíritu de temor puede tener cuatro consecuencias dañinas:

1. El temor puede atacar tu mente. Se cuenta la historia de un tipo que a escondidas subió a un vagón que cargaba bananas para viajar gratis a la siguiente ciudad. Se acostó sobre un montón de paja y se durmió. Pero despertó al sentir que algo caminaba por su rostro y sus manos. Se sacudió para alejarlo, pero la cosa seguía allí. Al final, el hombre se levantó, más enojado que asustado. Encendió un fósforo y vio una enorme tarántula. El fósforo se apagó, y la oscuridad le envolvió. Buscó la puerta, pero la encontró cerrada con candado. Golpeó hasta que sus puños sangraron. No hubo respuesta. Cuando abrieron la puerta del vagón a la mañana siguiente, el hombre había enloquecido. No a causa del dolor físico. No porque una tarántula lo hubiera mordido. Enloqueció a causa del espíritu de temor.

2. El temor puede ser contagioso. En un pueblo del oeste, un hombre comenzó a correr por la calle gritando: “¡La represa se ha derrumbado!” Los clientes de la peluquería le oyeron e instantáneamente se unieron a él en pánico, corriendo y gritando: “¡La represa se ha derrumbado!”. Las mujeres que estaban en el supermercado oyeron los gritos y se unieron al grupo. Los policías y los bomberos también lo hicieron. Las calles estaban llenas de gente corriendo y gritando: “¡La represa se ha derrumbado!”. Un anciano corrió tolo lo que pudo, y luego se sentó al costado de la calle. Pensó: “Toda la vida he vivido aquí. ¿De qué represa hablan?”. En verdad, no existía tal represa. No había peligro. Solo había miedo contagiado. Después de unos minutos, todos los habitantes el pueblo volvieron a su lugar, avergonzados y exhaustos a causa de su respuesta a un miedo colectivo.

3. El miedo puede convertirse en una profecía que se cumple por sí misma. Job dijo: “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía” (Job 3:25). El hombre que teme continuamente por su salud, que vive tomándose el pulso y mirándose la lengua en el espejo, morirá años antes de lo que Dios tenía planeado.

4. El espíritu de temor puede robarnos nuestro legado espiritual. No creer implica que Dios es un mentiroso. Si Dios no es verdad, si no podemos creer en Él, entonces no sirve para ser Dios. No creer es traicionar a Dios. Millones de cristianos que se sientan en la iglesia cada domingo a cantar “La Fe es la Victoria” recuentan en el cielo entre los “cobardes e incrédulos”. Los seis miedos mortales: · Miedo a lo desconocido · Miedo a la muerte · Miedo a los demás · Miedo al fracaso · Miedo a la traición · Miedo a la carencia

Si vencemos a estos seis miedos mortales, dominaremos en realidad al espíritu de temor. Y lograremos ser realmente libres. Así que ¡Hacia TU meta! ¡¡Sin temor!!

jueves, 14 de agosto de 2008

¿¿¿Preocupado???

Muchos de los que leen éste blog se han graduado como Doctores en Preocupación. Pero la preocupación no puede cambiar el pasado, y puedes estar seguro que arruinará el presente. La preocupación te llevará a un solo lugar antes de tiempo: el cementerio. La preocupación persigue a toda clase de personas… ricas y pobres, inteligentes y analfabetas. Los jóvenes se preocupan, los viejos, la gente endeudada, la gente con demasiado dinero. Nos preocupamos por lo que tenemos y por lo que no tenemos. Por lo que dijimos y por lo que no pudimos decir. Por lo que hicimos y por lo que no hicimos. Por nuestra calvicie, nuestros juanetes y las protuberancias de nuestro cuerpo. Algunos se preocupan porque no están casados, y otros porque lo están. La preocupación significa que hay algo en lo que no podemos salirnos con la nuestra. En realidad, la preocupación es nuestro enojo personal con Dios por algo que sucede en nuestra vida (o tememos que pueda suceder) que Él está permitiendo y no podemos controlar. Hay tres razones por las que debemos evitar la preocupación: 1. La preocupación es la fe en el temor. ¡El temor es el rechazo a la fe! La Biblia nos dice: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de temor” (2 Timoteo 1:7, DHH). El temor demuestra que no confiamos en que Dios nos ayudará a resolver el problema en que nos encontramos. A veces pensamos que es un gran elogio que nos digan que somos “persona de una gran fe”. Sin embargo, esto no es un elogio, porque servimos a un Dios que jamás ha fallado. No se necesita una gran fe para creen en alguien que jamás nos falla. Sin embargo, sí hace falta gran fe para creer en alguien que a menudo nos falla. Dios jamás le ha fallado, y nunca lo hará, por eso no debes preocuparte. 2. Debemos evitar la preocupación porque mata. Los mejores médicos nos dicen que la preocupación es la madre del cáncer, de las enfermedades del corazón, de la alta presión sanguínea y de las úlceras. No es lo que come. Es lo que le carcome a usted. La preocupación nos llena la cara de arrugas. Paraliza nuestra mente y la vuelve improductiva. La preocupación no tiene cabida en la vida de un creyente. 3. Debemos evitar la preocupación porque es totalmente inútil. Jesús dijo:” ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? (Mateo 6:27). La preocupación nunca nos ha aliviado una carga. Nunca ha resuelto un problema ni ha secado una sola lágrima. La preocupación jamás nos ha brindado una respuesta. No te preocupes por el mañana: está en manos de Dios. El pasado es historia, y el futuro es un misterio. Solo esta el hoy. Es por eso que se llama presente. ¿Cómo nos libramos de la preocupación? Controla tus pensamientos, dice Pablo, y controlarás tu mundo. En Filipenses 4:6-7, Pablo aconseja: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. La paz es el regalo de Dios, y él solo se la da a quienes se han reconciliado con él por medio de Jesucristo. ¡Que consuelo y seguridad traen estas palabras! “Por nada estéis afanosos”. Son más fuertes que las eternas colinas. Sea cual fuere tu problema actual, reconoce que Dios está en Su trono y que todo terminará bien. ¿Por qué preocuparse? “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti” (Isaías 43:2). ¿Por qué preocuparse? “Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos” (Salmo 91:11). ¿Por qué preocuparse? Tú estás cubierto con su preciosa sangre. Tú y solo tú, eres responsable de los pensamientos y actitudes emocionales que gobiernan tu vida. Eso es tremendamente poderoso. Eso es autocontrol. Eso es autodominio.

jueves, 7 de agosto de 2008

¡¡¡Cambia el mundo!!!

Pablo escribió: “El amor no busca el mal” y “el amor todo lo espera”. Sin embargo, cuando tenemos baja autoestima, pensamos cosas malas acerca de nosotros mismos y nos negamos a esperar lo mejor para nosotros. ¿Qué es la autoestima? El diccionario Webster la define como “respeto a uno mismo”. Fundamentalmente, la autoestima es el modo en que nos vemos a nosotros mismos. ¿A quién ves en el espejo? ¿Te gusta lo que ves? El modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos determinará nuestra respuesta a cada una de las siguientes preguntas: ¿Te gusta Dios? ¿Te gusta pensar en tu futuro? ¿Te gusta tu esposa? ¿Te gusta tu esposo? ¿Te gusta alguien? ¿Querrías ser otra persona? El modo en que nos sentimos con respecto a nosotros mismos determinará nuestro futuro espiritual, emocional, intelectual y financiero. Uno e los secretos mejor guardados del éxito es el siguiente: debemos sentir amor dentro de nosotros antes de poder darlo a otros. Si tu corazón está lleno de dudas y sentimientos de inferioridad, no tienes nada para dar a tu cónyuge, a tus hijos o a las personas con las que trabajas. La única cosa en el mundo que puedes cambiar es a ti mismo. Y eso marca la diferencia. Todo el mundo piensa en cambiar al mundo, pero nadie piensa en cambiar la única cosa que podemos cambiar: a nosotros mismos. He aquí una sencilla prueba que te ayudará a determinar si estás aceptando un estilo de vida que te obliga a ignorar quién eres. ¿Estás siempre cansado, estresado, emocionalmente exhausto, deprimido, preocupado o infeliz? ¿Sientes que solo sigues los movimientos, día tras día? ¿Tu vida consiste en cosas que dices odiar, y sin embargo sabes que tienes que continuar haciéndolas? Esto equivale a traicionarse a sí mismo. Te quejas por tu sobrepeso, pero no haces nada para cambiar. Estás asesinando tu autoestima. Recuerda esto durante el resto de tu vida: no podrás cambiar aquello que no estés dispuesto a enfrentar. Esto es válido para tu matrimonio, tu problema de sobrepeso, tus hijos o tus dilemas financieros. ¿Estás traicionándote a ti mismo al no enfrentar las áreas que podrían requerir cambios? ¿Te quejas porque te faltan calificaciones, pero no estudias para mejorarlas? Tienes una gran cantidad de excusas. Una de ellas es: “Ya estoy demasiado viejo para estudiar”. Eso es una tontería, lisa y llanamente. Nunca es tarde para ser lo que uno puede llegar a ser. Tu matrimonio está tan muerto como Julio César, poro te niegas a buscar un consejero o a iniciar alguna acción positiva que te pueda ayudar a mejorarlo. Esto es traicionarte a ti mismo. Si le has entregado el control de tu vida a un tornado de actividades y vives viéndola desde afuera, en lugar de verla desde dentro, estás actuando, como lo hace un actor sobre el escenario. La palabra bíblica para “actuación” es hipocresía. (Y ya sabemos qué pensaba Jesús acerca de los hipócritas). La próxima vez que te veas al espejo recuerda que estás viendo a alguien grande, poderoso, creativo, dinámico, estás viendo a alguien que puede lograr cualquier objetivo, cualquier meta, que puede superar cualquier obstáculo: ¡¡¡estás viendo a un hijo de Dios!!!