La razón por la que el Sr. Tal o el Sr. Cual sigan aún donde están, en los peldaños inferiores de la escalera, es porque la información no implica transformación. Solo la conversión lo logra. No es lo que somos lo que nos impide avanzar, sino lo que creemos no ser. Si piensas que no eres del tipo de persona que puede disciplinar su mente para obtener nuevos conocimientos, cambiar donde se necesita cambiar y destacarse hasta sobresalir, entonces no verás los carteles que anuncian posibles promociones y ascensos. Pero si crees en ti mismo y estás dispuesto a correr ciertos riesgos, podrás subir los peldaños de la caprichosa escalera, mantendrás el paso firme.
Ahora veamos esto con los ojos del creyente cristiano. Los cristianos viven y trabajan en el mundo real. No vivimos en una burbuja. Mira tu vida. ¿Has glorificado a Dios en tu trabajo? ¿Cuán exitoso ha sido tu viaje? ¿Tu experiencia de vida actual incluye la voluntad de cambiar lo que te separa de un viaje de solo un mes, a diferencia de otro que le llevará cuarenta años? ¿Vives en la tierra prometida del bienestar y el éxito que Dios nos ofrece? ¿O andas sin rumbo en el desierto de la mediocridad, sin visión de éxito alguno?
La parte más difícil para Moisés durante esos cuarenta años de camino hacia la Tierra Prometida ha de haber sido la realidad de saber que lo único que le impedía a Israel progresar, era la actitud de sus mentes. Lo que vemos y lo que oímos es poco comparado con lo que pensamos. Es el poder de la mente lo que puede hacer que un hombre o una mujer que comienzan como empleados rasos en una empresa lleguen a ocupar un puesto en la gerencia a tan solo cinco años de haber comenzado a trabajar allí. Es también el motivo por el que otro empleado seguirá marcando tarjeta de entrada y salida en el mismo puesto durante diez años. Uno marca tarjeta, y solo intenta sobrevivir. El otro mira hacia el futuro, al siguiente paso, busca excelencia y logros. Uno cree y concibe, el otro solamente oye.
El proceso de pensamiento en la mente humana cambia solamente cuando el operador concibe y cree lo que entra por sus ojos y oídos. La concepción debe suceder antes de que pueda haber un cambio real. Los matrimonios saben que aunque el acto sexual ocurra varias veces, el embarazo no se dará hasta tanto la mujer conciba. Y cualquier madre podrá decirle que cuando concibe un hijo, hay un cambio que se produce en su interior. Su fisiología cambia por completo: sus hormonas, su actitud, su humor y también la forma en que ve el futuro. Lo mismo vale para los empleados que reciben instrucción y órdenes de ejecutivos superiores. Cuando las verdades ejecutivas que sus líderes quieren impartir son concebidas en el corazón del empleado, allí ocurre el cambio. Ese empleado sobresaldrá, avanzará por la escalera empresarial y traerá honor a su profesión, una vez que conciba la verdad del éxito.
También vale esto para el que va a la iglesia y se sienta bajo la Palabra de Dios: finalmente concibe en su corazón la verdad de lo que oye. Ocurrirá un cambio. El creyente que concibe saldrá y honrará a Dios en su vida. Pero el creyente o el empleado que continuamente oye sin concebir, seguirá sentado con la misma actitud y los mismos problemas del desierto, sin aprovechar las oportunidades que se presentan. ¿Por qué? Porque esa es la voluntad de esta persona.
La vida cristiana es una decisión cotidiana. A veces pensamos: ¿No sería maravilloso si todas las mañanas Jesús entrara en mi dormitorio, me tomara del cuello de la camisa y me arrastrara con Él todo el día para que lo siguiera? ¿No sería hermoso, oh, Dios, si tú, en un instante, me mostraras la sabiduría de hacer lo que tú quieres que hagamos? La vida andaría sobre ruedas, y yo no tendría que tomarme el tiempo de leer tu Palabra, ni de orar todos los días.
Pero la vida no es así. De hecho, la afirmación de Jesús en las Escrituras dice: "Quien quiera seguirme, que me siga". La tierra prometida siempre está delante de nosotros, pero debemos querer avanzar hacia ella.
Eres libre: ¡Avanza!
jueves, 13 de noviembre de 2008
Eres Libre: ¡Avanza!
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